miércoles, 27 de octubre de 2010

Cosas

Siempre que me recuesto sobre el colchón de mi cama en la casa en la que he vivido por casi 19 años, se me vienen insomnios de monstruos, y fantasías cósmicas de cosas que siempre pasan y que termino sin entender como llegar a ocurrir. Lloré muchas veces sobre esas sábanas, por dolor y desolación, lloré por sentirme solo y acompañado, por herir a alguien que no merecía nada, y por herir a quién merecía mas o menos algo de lo que tengo. La música era clave para el momento, en mi habitación, solo habitaban yo, un reproductor de unos 250 dólares, y muchas fotografías en blanco y negro, que tambaleaban entre el oscuro objeto del deseo que implica mostrar al mundo esas partes que a todos nos hacen sentir abandonados.
Mi cama, también es testigo de lo sutil que llega a ser el mundo. De lo débil que es el corazón y lo fuerte que es la razón ante tanta cosa. Bailaba cuando me sentía triste, e imaginaba que era un loco younger cuando barría, sin saber que ocurriría en el pasado, mi cuarto y mi colchón son los verdaderos cómplices de mis íntimos secretos, de mis cansancios y desvelos, y de esas turbias tardes donde terminaba cansado de estar conviviendo con el subsuelo de subnormales.

Mi cama huele a ti, y mi cama huele a todas esas palabras que te dije cuando amanecí contigo, no soy el tipo más sonriente del mundo, soy un seudoamargado que va por la vida procurando sonreír, sin fingir que lo hace en el intento, soy un tipo duro, de esos que no bailan, pero que está allí en la cama esperando el momento para currar la noche. Beber no me hace nada mal, mi cama ha visto como me las apaño cuando ebrio, aún mantengo el control de las cosas y de los momentos exactos. Soy un alcohólico retirado de las grandes ligas, mi mujer me dejó hará ya unos 6 años, tengo 3 hijos, y aún no puedo reenconciliar el sueño con ellos, que pretendo pensar, son mi adoración, pero a veces siento que he perdido la batalla con ellos.

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